Los papas Pío IV y Pío V y el rey Felipe II le nombraron Comisario Real y Apostólico para establecer los límites de los nuevos obispados de Jaca, Barbastro, Huesca y Teruel y de los abadiados de Montearagón, San Juan de la Peña y San Victorián; Felipe II le nombró en 1589 Canciller del Reino de Aragón con una asignación de 200 ducados de pensión en el arzobispado de Zaragoza y de 300 en el de Tarragona, además de designarle visitador del patrimonio real de Sicilia.