Te reprocho que no estarás en disposición de socorrerte a ti mismo cuando tengas que comparecer a sufrir el juicio de que hablo y que cuando te encuentres en presencia de tu juez, el hijo de Eginos, y te haya llevado ante su tribunal, abrirás de espanto la boca y perderás la cabeza ni más ni menos que yo ante los jueces en esta ciudad. Podrá ser que entonces te abofeteen, ignominiosamente, y que te inflijan toda clase de ultrajes.