En los últimos días de su vida, escribió con mano temblorosa: «Si esta tos acaba asfixiándome os suplico abráis mi cuerpo para que no sea enterrado vivo».
Cuando a la caída de la tarde volvió el rey de la caza y supo que le había nacido un hijo, se alegró de todo corazón y quiso ir a la cama de su querida mujer para ver cómo estaba. Pero la vieja les dijo en seguida: -No
abráis, por Dios, las ventanas; la reina no puede ver la luz todavía; necesita descanso.
los Hermanos Grimm
Rechazad, detestad pues los pérfidos consejos del caballero; al deciros que abráis vuestro corazón a todos los males imaginarios del infortunio, trata de inventar para vos un montón de penas que, sin ser vuestras, os desgarrarían pronto para nada.