La triste suerte de Fura y Tena conmovió sin embargo el corazón de Are que desde su trono del sol los perdonó, poniendo para vigilar los sagrados peñones, una guardia permanente de tempestades, de rayos y serpientes y permitiendo que sean siempre las aguas del Río Minero, sangre de Zarbi, las que descubran, clarifiquen, laven y abrillanten las esmeraldas de Muzo, lágrimas de la infiel y arrepentida Fura.