Luzardo se reclinó contra el tronco del palodeagua. Sin pensamientos, abrumado por la salvaje soledad que lo rodeaba, se abandonó al sopor de la siesta.
Estaba abrumado por el sentimiento de la esterilidad de sus buenas intenciones, por la inutilidad de sus esfuerzos en un acto honrado.
Ayante ya no resistió, porque estaba
abrumado por los tiros: temiendo morir, dejó la cubierta, retrocedió hasta un banco de remeros que tenía siete pies, púsose a vigilar, y con la pica apartaba del navío a cuantos llevaban el voraz fuego, en tanto que exhortaba a los dánaos con espantosos gritos: —¡Amigos, héroes dánaos, ministros de Ares!
Homero
Acto continuo Idomeneo arrancó del cadáver la ingente lanza, pero no le pudo quitar de los hombros la magnífica armadura porque estaba
abrumado por los tiros.
Homero
De pronto, un viejo de elevada talla, abrumado por la edad, apoyado en un bastón y arrastrando penosamente los pies, se acercó a nosotros.
Como en pecho abrumado de pena una luz de esperanza divina; como el sol en la densa neblina, de los montes rizada melena; el tañido de aquella campana, que tan alto y sonoro domina, y se pierde en la selva lejana, el tumulto en el aire serena.
Las palomas se asustaron y alzaron el vuelo, formando un opaco ruido de alas sobre los arbustos temblorosos. Yo
abrumado, quedé inmóvil.
Rubén Darío
Tan adelantado estoy yo como los que me hacen esta pregunta: unas veces les digo que todo está perfectísimo; pero los que han perdido sus caudales y sus miembros en la guerra no lo quieren creer, ni yo tampoco, y me vuelvo a mi casa
abrumado de mi curiosidad y mi ignorancia.
Voltaire
El mísero, abrumado con el peso de su cadena, o mejor diré del lecho, que ahora cargaba sobre sus espaldas, y no menos sofocado por la vergüenza, quiso echarlo a rodar todo, cuando creyó a los felices novios más olvidados de su pena y más atentos a la propia dicha.
Cuando Eurípilo, preclaro hijo de Evemón, vio que Ayante estaba tan
abrumado por los tiros, se colocó a su lado, arrojó la reluciente lanza y se la clavó en el hígado debajo del diafragma, a Apisaoón Fausíada, pastor de hombres, dejándole sin vigor las rodillas.
Homero
Deteneos, volved la cara al enemigo, y librad de la muerte a Ayante, que está
abrumado por los tiros y no creo que escape con vida del horrísono combate.
Homero
Iba a decir al aguerrido Aquileo lo que Néstor gerenio, protector de los aqueos, me encargó; pero no te dejaré así,
abrumado por el dolor.
Homero