Por ejemplo, una vez que, después de esquilada su majada, vino un aguacero con viento, una tormenta repentina de los mil diablos, que se la arreó a una legua, deshilándose las peladas como cuentas de rosario, por supuesto, antes que él hubiese podido volver de la pulpería donde había ido -por casualidad,- a tomar la tarde, se habían acalambrado más de cien.
Faltando cuatro kilómetros Peters debió abandonar completamente agotado y acalambrado, pasando Gorno al tercer lugar, pero muy alejado de los dos punteros.