Ningún otro aqueo me ablandaría tan pronto: pero has padecido y trabajado mucho por mi causa y tu padre y tu hermano también;
accederé, pues, a tus súplicas y te daré la yegua, que es mía, para que éstos sepan que mi corazón no fue nunca ni soberbio ni cruel.
Homero
"Te espero". No había dicho: "Accederé a lo que me pide, señor Morán", sino, ella la primera: "Te espero". Jamás había visto Morán realizado en vida y dicha, como en esas dos palabras, su ideal de virgen espontaneidad que amaba en la mujer por sobre todas las cosas.
Entonces Sauron rio, y le reveló que solo había visto a un fantasma inventado por hechicería para atraparlo, porque Eilinel estaba muerta: «No obstante, accederé a tu ruego —dijo Sauron—, e irás al encuentro de Eilinel y te libraré de mi servicio—.