Al cabo de una hora irguieron la cabeza; por el lado opuesto del bizarro rancho de dos pisos —el inferior de barro y el alto de madera, con corredores y baranda de chalet —, habían sentido los pasos de su dueño, que se detuvo un momento en la esquina del rancho y miró el sol, alto ya.
Míster Jones lo atravesó, sin embargo, braceando entre la paja restallante y polvorienta por el barro que dejaban las crecientes, ahogado de fatiga y acres vahos de nitrato.
En el plebeyo barro mal tostado hubo ya quien bebió tan ambicioso como en el vaso Múrino preciado; y alguno tan ilustre y generoso que usó, como si fuera vil gaveta, del cristal transparente y luminoso.
Sea como fuere; a la noticia de la providencia gubernativa, los corrales del Alto se llenaron, a pesar del
barro, de carniceros, achuradores y curiosos, quienes recibieron con grandes vociferaciones y palmoteos los cincuenta novillos destinados al matadero.
Esteban Echeverría
A pesar de sus pies y el resto, Subercasaux conservaba todo su ánimo para sus hijos; pero para éstos era cosa muy distinta atravesar con su piapiá el monte enjambrado de sorpresas y correr luego descalzos a lo largo de la costa, sobre el
barro caliente y elástico del Yabebirí.
Horacio Quiroga
—repitieron los muchachos—: ¡Se lleva la riñonada y el tongorí! — Y cayeron sobre su cabeza sendos cuajos de sangre y tremendas pelotas de
barro.
Esteban Echeverría
Y he aquí que a su vez sus ollas, sus vajillas de barro, les hablaron: “Daño, dolor, nos hicisteis, carbonizando nuestras bocas, carbonizando nuestras faces, poniéndonos siempre ante el fuego.
Entre el Aqueronte y el Océano corre un tercer río, que no lejos de su fuente cae en un vasto lugar de fuego, donde forma un lago mucho más grande que nuestro mar y en el que se ve hervir el agua mezclada con fango, y saliendo de allí negro y lleno de barro recorre la Tierra y va a parar a la marisma Aquernoiada sin que sus aguas se confundan.
-Sí, hablemos -dijeron los fósforos-, y veamos quién es el más noble de todos nosotros. -No, no me gusta hablar de mi persona -objetó la olla de
barro-.
Hans Christian Andersen
La tortuga fue en seguida golpeada por Brujito; la tortuga cayó en el juego de pelota, se desparramó, habiendo estallado como una vasija de barro ante sus rostros.
El animal prendido ya al lazo por las astas, bramaba echando espuma furibundo y no había demonio que lo hiciera salir del pegajoso
barro donde estaba como clavado y era imposible pialarlo.
Esteban Echeverría
—Su madre sería la ciega, pues que tal hijo ha parido. ¿No ve que todo ese bulto es
barro? —Es emperrado y arisco como un unitario.
Esteban Echeverría