Entre él y el otro cabezal que rozaba con sus pantorrillas, la vieja, de espaldas a la
batea, erguía su desnudez horrenda y verdosa.
Leopoldo Lugones
Mientras empieza a calentarse el agua, doña Baldomera, sacerdotisa también de la batea, se va, bajo la escasa sombra del sauce raquítico, único árbol que exista alrededor de la vivienda, a enjabonar un lote de ropa que tenía preparado.
Usted, como yo, debe haber visto en el arrabal estas mocosas que cargan un pebetito en el brazo y que ce pasean por la vereda rabiando contra el mocoso, y vigiladas por la madre que salpicaba agua en la
batea.
Roberto Arlt
Soltóse, rígida, de espaldas sobre la
batea, cayendo exactamente en la cuenca, con aplastamiento fofo; su cabeza dio de nuca en el borde, saltó, desprendiéndose, rebotó hasta la ventana, donde transformada ya en cuervo nocturno, violentó con seco aletazo el aire, apagando de retroceso el candil, y lanzándose a la obscuridad con lúgubre risotada.
Leopoldo Lugones
TARRAGONA: TERRA-ALTA: Arnes, Batea, Bot, Caseres, Corbera d’Ebre, Fatarella (La), Gandesa, Horta de Sant Joan, Pinell de Brai (El), Pobla de Massaluca (La), Prat de Comte, Vilalba Dels Arcs.
Antes del año los franchutes se la jugaron de mano a los gringos, y en el Perú entero, ni para reliquia se encontraba ya una pieza de bretaña sin su correspondiente Garantido, todo lino. Pero era el caso que, apenas iba una camisa a la
batea y se desprendía la gomita del lienzo, aparecía la hilaza del algodón.
Ricardo Palma
Entonces Lenin, cuando hablaba de la autocrítica o de la crítica, ponía una figura que decía lo siguiente: hay quienes quieren criticar tesis o enfoques que consideran incorrectos y que realmente tienen algo de imperfecto, puesto que siempre está en perfección una línea, pero tratan esta situación que se necesita enderezar, con un criterio, como una mamá que cuando baña a su bebé para quitarle la suciedad, lo enjabona bien y al final no sólo arroja la porquería y el jabón de la batea, sino que arroja el niño.
En una palabra: Garantido, todo lino. Yo no sé qué diablos tiene esa maldita
batea que se llama Palacio. No hay tela que resista al primer restregón sin descubrir la mala hilaza.
Ricardo Palma
Perjuicia corre con la distribución: las delicadezas y filigranas para el Cura, para el señor Fiscal; los buñuelos ingentes para las Zutanitas y Menganitas; la enorme
batea de natilla de quesito y la cuyabrona de buñuelos de cargazón para los presos de la cárcel; en fin, la ración para el pobre, el plato que bendice la abundancia del rico.
Tomás Carrasquilla
Salvadora, al ver amarillear, a lo lejos, el bayo de doña Baldomera, había corrido a la batea y se había puesto, a lavar, con un ardor hasta entonces desconocido en ella; le gritaron que viniera, que dejara la ropa, por un rato, y mientras se acercaba, secándose las manos en el delantal, dijo tía Ignacia, como suspirando, pero de modo que lo oyera doña Baldomera: -Es una monada, esa chica, por lo trabajadora que es.
Y dicho y hecho: trajo el cuchillo cocinero y echó a cortar por lo redondo; trajo la
batea grande y la colmó; y al momentico echó a chirriar la cazuela y a regase por toda la casa aquella güelentina tan sabrosa.
Tomás Carrasquilla
Sólo dos habitaciones, propiamente dicho, dos amplias chozas unidas, pero sin puerta medianil, y muy bajas de techumbre, contenían muebles: la primera, una cuja tapizada de damasco, dos sillones incrustados de nácar pero desparejos, un espejo de buena luna y una cómoda con fina ropa de mujer. La otra una mesa, un escaño y un catre rústico; y arrimada contra la pared del fondo, una
batea de lavar.
Leopoldo Lugones