Los músicos, en viendo el
belicoso duelo comenzado, huyeron, como suelen: que no hay garzas que vuelen tan altas por los vientos; dicen que por guardar los instrumentos, y mil razones tienen, pues que sólo a cantar en ellos vienen: que mal cantara un hombre si supiera que había luego de sacar la espada, que tanto el pecho altera, ni pudiera formar la voz, turbada; que hay mucha diferencia, si se mira, de dar en los broqueles, o en las cuerdas, pasar la espada el pecho, o por la lira el arco, hiriendo las pegadas cerdas.
Lope de Vega
Pero este hombre quiere sobreponerse a todos los demás; a todos quiere dominar, a todos gobernar, a todos dar órdenes, que alguien, creo, se negará a obedecer. Si los sempiternos dioses le hicieron
belicoso, ¿le permiten por esto proferir injurias?
Homero
Partió el Hipno al oír el mandato, llegó en un instante a las veleras naves aqueas, y hallando dormido en su tienda al Atrida Agamemnón —alrededor del héroe habíase difundido el sueño inmortal— púsose sobre la cabeza del mismo, y tomó la figura de Néstor, hijo de Neleo, que era el anciano a quien aquél más honraba. Así transfigurado, dijo el divino Hipno: —¿Duermes, hijo del
belicoso Atreo domador de caballos?
Homero
Dormía durante la noche inmortal, cuando se me acercó un Hipno divino muy semejante al ilustre Néstor en la forma, estatura y natural. Púsose sobre mi cabeza y profirió estas palabras: —¿Duermes, hijo del
belicoso Atreo, domador de caballos?
Homero
Replicóle Néstor, caballero gerenio: —¡Ay de mí! ¡Qué dijiste hijo del
belicoso Tideo! Si Héctor te llamare cobarde y débil no le creerán ni los troyanos, ni los dardanios, ni las mujeres de los teucros magnánimes, escudados, cuyos esposos florecientes en el polvo derribaste.
Homero
Si ese guerrero es en realidad el
belicoso hijo de Tideo, no se mueve con tal furia sin que alguno de los inmortales le acompañe, cubierta la espalda con una nube, y desvíe las veloces flechas que hacia él vuelan.
Homero
La decepción del fracaso reforzaba la indignación de su pudor ultrajado; le parecía que la Providencia se obstinaba en perseguirla, y realzando su amor propio, nunca había tenido tanta estima por sí misma ni canto desprecio por los demás. Un algo belicoso la ponía fuera de sí.
Y el preclaro hijo de Licaón exclamó el primero: —¡Corazón fuerte! hombre
belicoso, hijo del ilustre Tideo! Ya que la veloz y dañosa flecha no te hizo sucumbir, voy a probar si te hiero con la lanza.
Homero
Aunque los demás fuéramos muertos en las naves argivas, no debieras temer por tu vida: pues ni tu corazón es
belicoso, ni te permite aguardar a los enemigos.
Homero
Descendió de los montes ideos a la sagrada Ilión, y hallando al divino Héctor, hijo del
belicoso Príamo, de pie en el sólido carro, se detuvo a su lado, y le habló de esta manera: —¡Héctor, hijo de Príamo, que en prudencia igualas a Zeus!
Homero
Y en la lucha de los pilios con los epeos fui el primero que mató a un hombre, al
belicoso Mulio, cuyos solípedos corceles me llevé.
Homero
Mas, oh Toante, puesto que siempre has sido
belicoso y sueles animar al que ves remiso, no dejes de pelear y exhorta a los demás.
Homero