El vizcaíno, viéndose en tamaño apuro, perdió por completo la cabeza, y dirigiéndose al obispo, que estaba en la silla episcopal, y hablándole con desenfado, con furia y con la intimidad archifamiliar del antiguo condiscípulo, aunque por fortuna en idioma vascuence, allí completamente ignorado, lanzó votos y reniegos, le denostó y le echó en cara que por culpa suya estaba pasando las penas derramadas, puesto en
berlina y amenazado de tener que apelar a una retirada vergonzosa.
Juan Valera
Subiéronse otra vez al coche la niña y la madre. Rodó la
berlina por las calles casi desiertas en aquella hora y con aquel glacial frío del diciembre madrileño.
Emilia Pardo Bazán
Seis meses después de estas escenas, el general, que había ido a la Habana a asuntos propios, anunciaba en una cariñosa carta a su mujer su vuelta, y ésta pasaba a Cádiz para recibir a su marido, acompañándola en la berlina un ama, que llevaba en brazos a su supuesto hijo.
El toldo cubría el patio como un movible techo; la limpieza más exquisita brillaba en ella como un barniz; los pájaros cantaban, y las flores mostrábanse lozanas, aunque María ya no cantaba al regarlas! El sonido de los cascabeles anunció la berlina, que llegó pausadamente, y se paró a la puerta.
La berlina se paró delante de una hermosa casa, que, como la mayor parte, era de piedra y estaba solada de mármol, y cuyas puertas eran de caoba.
¡Un consejero, un senador, un duque, un ex-ministro, consentir que entren dos desconocidos en su coche, después de haber consentido en prescindir de una
berlina-cama, a que tiene derecho!
Leopoldo Alas
Siendo el único que todavía no se alababa de ninguna monstruosidad, me hallaba yo, preciso es confesarlo, completamente en
berlina.
Emilia Pardo Bazán
Mientras un barco salía lentamente de la bahía de Cádiz, entonces animada como una feria, una berlina con cuatro caballos, cuyos cascabeles sonaban alegremente, corría por el arrecife que conduce de Cádiz a la Isla, y que se alza entre dos mares, que se unen tanto en las altas mareas, que entonces, más que camino, parece el arrecife puente.
En la berlina se hallaban dos señoras: la una anciana, cuyo semblante expresaba cuidados y zozobras; la otra joven y hermosa, cuyo rostro estaba bañado de lágrimas.
Este señor don Diego Paredes estaba constantemente en ridículo y en candelero; siempre en berlina y siempre empleado. Todos los ministros se reían de él y todos le dejaban en su dirección o en su puesto de consejero; en fin, cobrando muy buenos cuartos.
Y salí a la calle; alquilé una
berlina; volví por Julia; la conduje hasta el carruaje; le di la mano para que subiera a él, y, en seguida, quitándome el sombrero, cerré la portezuela, y le dije: -»Señora: a los pies de...
Pedro Antonio de Alarcón
De esta manera transcurrió media hora de ruido vano en español y en alemán. La noche llenó de obscuridad la berlina. La joven volvió a explorar el camino, como para ver por dónde caminaba.