Las sandías abiertas mostrando el corazón, carcajada roja qué reía al sol. Otras, madrugadoras, de las sierras, con los troncos magníficos hacinados al centro, frescos aún de savia, olorosos de campo...
Juan José Morosoli
Otra vez aquí conmigo –ondiolina de lo eterno– mis soledades crepusculares –fluorescencias excitadas- mis soledades del alba –irradiaciones despiertas– obreras madrugadoras –constante de tiempo próximo– que limpian mis ansiedades –magnetófono constante– y las bañan de mañanas –magnetoscopio inmediato– fructificando dolientes –circuitos de sintonía– en mis huertos consumidos –condensador de cristales- su renacer de esperanzas –combinación tricolora– su germinar de caminos –claridad en las pantallas– y su pulsar de cantatas –mosaico fosforescente– Otra vez están conmigo –secuencia con memoria– Mis soledades de luz y nácar –claridad trifásica– ¡Mis soledades!
Antonio Domínguez Hidalgo
pero aún era el beau Sagreda, como lo habían bautizado mucho tiempo antes las damas noctámbulas de Maxims y las madrugadoras amazonas del Bosque.
Vicente Blasco Ibáñez
Enfilando pelotón de la guardia somnolienta al pie del asta presenta arbitraria formación. Y hechas a las dos auroras en que cielo y Patria están pasan de largo a su afán las gentes madrugadoras.
Otras vecinas, colaboran aportando un suculento desayuno a las madrugadoras, basado en chocolate o café caliente con dulces típicos.