Los
magnánimos mirmidones se hicieron cargo de los presentes, y llevándolos hacia el bajel del divino Aquileo, dejáronlos en la tienda, dieron sillas a las mujeres, y servidores ilustres guiaron a los caballos al sitio en que los demás estaban.
Homero
Los
magnánimos epeos estrechaban el cerco de la ciudad, deseosos de destruirla, pero antes de lograrlo se les presentó una gran acción de guerra.
Homero
Así se expresó, y Deífobo vacilaba entre retroceder para que se le juntara alguno de los
magnánimos teucros o atacar él solo a Idomeneo.
Homero
Los
magnánimos epeos huyeron en desorden, aterrorizados de ver en el suelo al hombre que mandaba a los que combatían en carros y tan fuerte era en la batalla.
Homero
Antes la negra tierra se nos trague a todos; que preferible fuera si hemos de permitir a los troyanos, domadores de caballos, que arrastren el cadáver a la ciudad y alcancen gloria. Y a su vez alguno de los
magnánimos teucros así decía: — ¡Oh amigos!
Homero
Pusiéronse a su alrededor los
magnánimos paflagones, y colocando el cadáver en un carro, lleváronlo, afligidos, a la sagrada Ilión; el padre iba con ellos derramando lágrimas, y ninguna venganza pudo tomar de aquella muerte.
Homero
La sabiduría romana, que tuvo por maestro a su pobreza para premiar la virtud y la valentía, labró moneda con el cuño de la honra; batiola en el aire, y, sin empobrecerse del oro y la plata, tuvo caudal para satisfacer a los generosos y a los magnánimos.
No es esto dar a entender que todos los porteños los tengan tales; sino que sólo el matambre alimenta y cría los estómagos robustos, que en las entendederas de Pérez eran los corazones
magnánimos.
Esteban Echeverría
Ya que por infinitos triunfos hemos logrado anonadar las huestes españolas, desesperada la Corte de Madrid ha pretendido sorprender vanamente la conciencia de los magnánimos soberanos que acaban de extirpar la usurpación y la tiranía en Europa, y deben ser los protectores de la legitimidad y de la justicia de la causa americana.
Aunque los españoles somos por lo común poco envidiosos y hasta
magnánimos, no se ha de negar que, en esta ocasión y harto fundado motivo había para ello, el patrón, el piloto y los demás de la goleta se morían de envidia.
Juan Valera
Lo primero, como cumplía a corazones cristianos y magnánimos, fué lamentar el disgusto de la pobre María Antonieta: Después fué augurarle la muerte del pobre Volfani: Lo último fué acordar de qué suerte había que trasladársele para evitar todo comento.
Convocáronlos aquéllos, y éstos se reunieron en seguida. Pero celebróse antes un consejo de
magnánimos próceres junto a la nave del rey Néstor, natural de Pilos.
Homero