— Yo le diré a usted, señor maestro, como mi madre no tiene sino dos tetas, ésas sirvieron para que estos dos hermanos mamasen a boca que quieres, y por eso han salido así... pobrecitos de voz. — Y tú, ¿qué teta
mamaste? — Yo, ninguna.
Ricardo Palma
–Güeno –comenzó el narrador–; aunque no tengo más que veinticinco años... –Sin contar los que
mamaste y anduviste a gatas –interrumpió Toribio, motivando una réplica violenta de Juan José.
Javier de Viana
27 Y aconteció que diciendo estas cosas, una mujer de la compañía, levantando la voz, le dijo: Bienaventurado el vientre que te trajo, y los pechos que mamaste.